Abandonaste tus ideales en los aeropuertos,
Hitos todos de tu paulatina llegada al mundo real,
Ese mundo hecho de deseos que pueden concretarse
Como ciudades más prestigiosas y becas que puedan
Solventar tus nuevas y apremiantes necesidades.
El mundo del consumo no tendrá la calidez de las masas
(tampoco, convengamos, su mal aliento y sus costumbres agrestes)
pero sí bares más lujosos, hoteles con vistas panorámicas,
señoritas que no pueden llevarse a cualquier lado,
que a cambio de su bovina admiración por tus clisés
-y de extraer tus líquidos seminales para la especie-
necesitan aquello que hacen de la vida algo confortable.
Así que adiós a todo eso, antiguo amigo mío,
Llegó la hora del realismo, de la carne fresca,
Los perfumes caros, de les paysages splendides,
Y de la decorosa depresión en Barcelona o Portofino.
Guardarás por tu vida pasada una nostálgica emoción,
Derramarás una lágrima, incluso, por aquella vieja música
Y te dirigirás raudo a la fundación cultural más cercana
A llenar los repetidos y triplicados formularios
Que te hacen un bien pago trabajador de la cultura.
© Ángel Faretta
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